La luna riela en mi mar bravío, paisaje,
y los caminos buscan pasos, fugas.
La escuela termina, es tiempo de juicios,
resumen, papeleo, justificaciones, niños.
Ellos son sujeto y madre del invento,
razón, origen, principio, alma, todo.
Y con ellos se experimenta y analiza,
y los meten en las máquinas de los porcentajes
para que salgan lotes, tantos por ciento,
que darán por válidos los proyectos, o no.
Y te viene la Inspección y valora resultados,
y maneja estadísticas y comparaciones…
con el mismo colegio, en relación al año pasado,
con otros colegios… de aquí, de allá, o de más allá.
Hay que ejercitar el cálculo, bajamos.
Mejoramos en Catalán y Medio Social.
Práctica prioritaria para la expresión escrita,
comprensión en general y de problemas
y, por supuesto, lectura oral y silenciosa.
Correcto, práctico, suelen hacerlo así…
Examinamos la conciencia de todos.
Resultados, la competencia espera, proceso.
A veces pienso, y pensaba con frecuencia,
si se pone el mismo ahínco…
en analizar el grado de felicidad del alumno,
si su desarrollo ha sido natural,
si ha terminado el curso con hambre de aprender,
si no se le han cortado las alas,
o simplemente no tuvo facilidades para el vuelo,
si se le educó para pensar libre
y no para tragar ideologías partidistas…
Pero, claro, todo esto, esencia pura,
no entra en las máquinas evaluadoras,
no cuenta para el currículo…
Son pensamientos desde el sofá,
y en el recuerdo afectivo de lo vivido.
Mi admiración más profunda
y de respeto a todos los docentes,
mayormente incomprendidos y maltratados,
a los padres que, aunque el amor nos ciegue,
siempre procuramos lo mejor para los hijos,
y a los niños, que nunca tienen la culpa de nada…
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