El Francolí baja repleto, de pecho fuera,
con sus besos de hojas marineras,
alguna rama desprendida desmayada
en amores que la tempestad aceleró en abrazo.
Al final de las escaleras que llevan al mirador,
una muchacha, como salida del mar cercano,
entre las brumas matutinas, perdida entre nostalgias,
la niña moza hasta me sonríe plácida…
incluso me cuenta que la relaja la corriente,
que es como las olas pero con la continuidad…
con la que sueñan los poetas para acabar el verso.
Hasta me habló del paso de los trenes,
de las tormentas con luces de trueno suave…
Ha sido un río con musa, repleto, de pecho fuera…
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