Todos pasamos por algún momento chungo,
de oveja descarriada, sin control, diría,
aunque los “descarríos” son variados
y algunos hasta pedantes extremos…
Recuerdo mis tiempos de estudiante,
cuando uno resolvía casi todo con álgebra,
y se familiarizaba con las integrales y las derivadas,
además de ganar alguna partida de ajedrez,
a los pocos sabios que en el club han sido,
me dio por llevar la contraria al mundo,
y alcanzaba el máximo de placer y arrogancia
en aquellos casos en que estaba más convencido
de que no tenía ninguna razón…
Pecados de juventud en sobre exceso…
Hoy me hace gracia… ¿sería creidillo el niño?
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