Sentir el aire en la cara, subirte el cuello,
notar la sal del mar revuelta en rumor…
Andar como un niño, captando sensaciones,
ahora sin miedo, sólo con los sueños a lo grande
que tienen los pequeños después de haber perdido
el pánico infantil a la inmensidad de la maravilla azul.
Cuando creces, parece que olvidas las olas,
y te das cuenta de la pequeñez de la realidad…
A lo lejos, un barco busca amparo, puerto,
es un hijo del mar bravío, a veces,
a ritmo de vientos y cantos de sirena…
Sentir el aire en la cara, sal de mar,
incluso los humos libres y acorazonados
de algún barco que no se perdió del todo…
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