Te fuiste, cada día un poco, sin pausa,
plasmando todas las inercias del misterio.
Escondida tras el llorar de tus ojos profundos,
amanecías con prisa y alargabas los atardeceres.
No estabas... incluso cuando estabas,
y la atención de tus silencios, multiplicados,
mostraban mejor tu progresivo adiós.
Te desvivías más que nunca, me mirabas…
como aprendiendo de la verdad de mi emoción.
Seguías tu camino, algo inexplicable sucede,
allá por donde no se manda, allá…
donde reside la fuente de la sinrazón,
hecha la mejor razón…
Al final, incluso minimicé mi dolor…
en aras de tu felicidad.
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