Allá, en la desembocadura de mi río,
el Ebro, por supuesto,
mi tío tenía una barca de remos,
un bote al que llamó “Gaviota”
por lo plácido que se deslizaba río arriba,
Aguas empujadas por el mar cercano,
entre cañas y buzones de angulas…
Placidez que invita al sueño y al amor,
la idea bucólica del nosotros solitario
pululando por los misterios del Delta.
Siempre soñé en la barquita de remos,
por las aguas tranquilas llegando al mar,
dejar los remos, el bote a su aire...
y nosotros al nuestro.
Mientras, la vida sigue,
y nosotros atracamos aquí…
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