Él la llevaba en volandas,
y le hablaba de Bécquer,
y cuando no… un Vivaldi, un Mozart
era con lo que le regalaba los oídos…
Y le servía la copa con sonrisa,
y le apartaba la silla cortésmente.
Se desvivía en detalles del alma,
la cubría de besos en sueño,
de abrazos de lejos, caricias de ojos.
Él estaba enamorado del todo,
ella se dejaba querer, sin más…
¿A quien lo le gusta el halago?
Pero un día, con vestido cruel,
le dijo que quería a otro…
y él se quedó compuesto y sin amor,
y ella se puso a las órdenes del corazón…
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