Me regocijé surfeando intrépido
por los interiores de una lágrima,
y vi de la tibieza y los calores
la pérdida del color y la semblanza.
La angustia se desborda huracanada,
la garganta se anuda en estrechos,
cae la mirada, se oscurecen los brillos,
brota la lágrima, aflora el sentimiento…
Lloramos porque estamos tristes,
y allí, en el interior de la ola,
la angustia con sal cuece las heridas,
y, a veces, suenan a brotes de solución.
No, no estuve tan mal surfeando,
allá por el surtidor de las verdades,
de las esencias, de los anhelos...
...y los sueños.
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