Siempre anduve cerca de los acantilados,
a los que se llega a través de tus cabellos,
de rizos azabache en cascada suave
y en aprecio de lo más recóndito
de tu existencia en vuelo sin control…
Y me pegué, cual rémora feliz,
en la estela de tu aura mágica,
y traspasé la sierra y ocupé el espacio,
y bebí de tu aroma en el valle,
donde las flores aprenden a darse
y el viento huele a burbujas de perfume…
Contigo aprendí a comprenderme,
y entendí lo irracional de la razón
y, sobretodo, la voz del corazón en libertad.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada