Pues sí, soy independentista, sin odios, soy narcisista de mi y de Catalunya. Pero no odio a los pueblos de España, sólo a los malos vientos, aquellos de los peores ombligos de siempre. Tengo amigos por las "españas", y en todas partes hay de todo, como aquí, que también hay granos de aquellos con pus crónico, víctimas de la malformación congénita. Pero los pueblos son parecidos y cometen el delito de querer llenar el puchero antes de tragar con la ideología impuesta de inicio.
Mi vicio es el diálogo y la razón. Mi victoria, pacífica y segura, está en cada vez que abren la boca los invasores de las dictaduras, forzando diferencias sociales inmensas. Vienen y hacen su preconvenio, y no se desdicen, y se proclaman, y generan, en cada parrafada, una legión de independentistas. Su mente cerrada a la conciencia es la mejor lección para nosotros y para el mundo democrático. Ser independentista es una respuesta lógica y racional al vilipendio sin razón, sin ánimo de ofender y con respeto hasta con lo irrespetable…
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