Por qué sonríes con nervio y quieres parecer altiva
cuando tus rodillas crujen y tu mirada no encuentra espacio...
Por qué te vas sin irte y haces eternas las despedidas,
inútiles las disimulamos forzados...
Por qué sigues viviendo en mi y te has ido, sin verte,
tantas veces, callando tu presencia lo que dices...
Por qué tus ojos sin sitio se clavan por nuestros terrenos,
pajas para otro nido, pero y las anclas y las ansias y los gozos...
Por qué más que a partida suenas a regreso de una fuga,
inútil, inmadura, de niña verde...
Por qué contemplo impasible, no ha mucho incrédulo,
ahora complacido, expectante, esperanzado...
Por qué ya casi recupero... nos tenemos, te tengo, me tienes,
alguna vez quisimos irnos, sin poder, quisiste, sin mi ayuda, sin poder...
Por qué no enciendes una luz en tu mirada de ojos tristes,
aunque sólo sea para ver los míos que miran complacido… tus mejoras...
Por qué vives sin vivir en mi, como diría Santa Teresa de Jesús...
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