Normalmente estaba embarazada y tenía aquel guapo subido que ya suena a madre... y hacía el esfuerzo justo para proclamar que su estado no le impedía hablar con emoción de los grandes autores y sus obras. Daba siempre una pincelada a sus biografías, también a sus estilos, después se recreaba en alguna escena de algún libro y, desde allí, enseñaba las intenciones del novelista, del poeta, del contador de historias y bellezas con palabras. A mi me encantaba porque me parecía estar en el cine, relajado y con alguien que te cuenta un buen cuento o algún relato interesante, como hacían mi abuela o mi madre.
La recuerdo perfectamente, con cariño. Llegaba con el timbre tocado, como apresurada, y al abrir la puerta de la clase, respiraba como llenándose de un áurea que endulzaba su ciencia. Dejaba la cartera en la silla, se sentaba en la mesa, habría la boca, cerraba las nuestras… empezaba la aventura. Nos hablaba de las tendencias con ejemplos y le gustaba vernos interesados y haciendo preguntas. Recuerdo que, una vez que no había podido estudiar, saqué un 9'75 en un examen donde nos pedía hablar de la picaresca. Cerré los ojos, la vi sentada en la mesa contando sobre Rinconete y Cortadillo… me puse a escribir, salió redondo. Un abrazo, profesora, tu me hiciste amar las letras…
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