En la niebla del calor, la calina,
me resbalo y confundo,
y me subo por la niebla de nube baja
y, entre humedades borrosas y frías,
nuestros fríos se encuentran y hielan.
El mar, siempre el mar, mi mar,
frigorífico del verano de los soles,
calefacción de los inviernos polares.
Uno llega otoñal por los albores,
uno vive primaveras de nieves y soles…
y se interna en las brumas,
y se pierde y se encuentra con ella.
Uno acude aterrizado, presto, raudo,
y es hasta feliz en la espesura
y siente, sin ver, la pasión.
No importa si resbalé por la arboleda,
siempre tuve problemas de vuelo,
pero nunca miedos ni angustias.
Llegué, traspasé las borrascas
y merecí tu encuentro en las sombras,
y en un nada nos llegamos.
Los tiempos sembraron los suelos,
y los bosques los aromas,
y los cielos se surcaron de gritos
y éstos callaron silencios con voces.
En la no luz hubo fuego y verdad,
en la casi noche blanqueada hubo amor.
Te vi a través de los tiempos permeables,
te amé, te sentí… sin verte.
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