Me bailan las músicas a la nuca,
la espalda se emocionan,
los pies callan los ritmos ansiados.
Las guitarras van de alegrías sonoras,
son notas nítidas que estremecen,
reducen los espacios en solos eternos.
Las lluvias finas de enero, con cierzo,
hacen sonidos metálicos sin gracia.
Me siguen bailando las músicas,
los suaves suspiros de saxo y de noche
se agudizan con el sonido de las trompetas.
Son melodías sin ruidos,
como silencios de compases con sueños.
Por el tímpano izquierdo se oyen violines,
y en el derecho se acomodan, se quedan.
Son valses de olas azules sin fin,
donde se columpian los egos con vinos
y las musas abstemias sin luces.
A veces me tiemblan las rodillas…
son espasmos del alma enamorada
a los acordes de un violoncelo.
Me bailan los espacios reducidos,
me chispean las ansias de vuelos,
me llevan las músicas sin letra.
En las nubes con estrella,
aquellas de brumas y plumas etéreas,
el arpa despierta llenando de dulces aromas
espacios para las sensibilidades.
La música me baila los sueños…
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