Amaneció el día, y la esperanza, y la ilusión, y la sonrisa…
La vida se entreabre y cruje y muestra realidades mejores que el sueño…
y éste era de amigo, profundo, especial, generoso, beatífico…
En pellizcarte y saltar de la cama con la definición del proceder,
la mirada justa, el objetivo claro, uno deambula con decisión precisa,
repartiendo gestos de ansiedad honesta.
Es como aquel que recoge el sí del pueblo por la calle,
la aprobación, y camina más despacio y erguido
para tener más tiempo de aplauso, de afecto y de reconocimiento total.
Cuán fácil la sembrada, recuerda, cuánto afecto produce el bien,
cuánto bien puedes hacer, y más siendo normal en un país normal,
obrando recto y cultivando bien desde la arada hasta la cosecha,
y en ésta, la recompensa del esfuerzo, el abrazo, la aceptación, el amor.
Cuántas veces el orgullo nos ciega, la codicia nos puede,
la avaricia nos condena sin remedio al desprecio.
Como diría Bécquer, cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma.
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