No, nunca me imaginé de bombero,
pero los admiraba por su sentido del bien.
No me veía torero, por irracional,
pero el valor y el riesgo existían.
Tampoco ser médico, como el abuelo…
me ganó para la causa galena,
por aquello de la responsabilidad.
No me tiró la abogacía por las causa,
aquellas que obligan a defender a los malos,
también porque parece no tan ciega, la justicia,
y más por esos lares de aquí.
Menos el trabajo en el arroz me encandiló,
por lo duro, entre barros y sudores,
aunque tiene poesía en sus verdores…
Pasé de comercio por aquello cierto
de no entrar al cielo ni en la tierra.
Jugando a guerras mandaba las tropas,
era un jefe aburrido, decían los bélicos.
No me quedé con la técnica hábil
ni con las mecánicas de ingenio.
No entré en las construcciones habitables
ni en despachos de diseños artísticos.
No a la arquitectura por difícil,
por sus sueños sin precios asequibles.
Un día oí, miré, sin que me vieran,
a unos niños hablando de sus cosas,
y me quedé para cuidarlos, con amor…
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