No me caía en aquel pozo sin fin,
ni las nubes me trasladaban de paseo
en mi coche forrado de plumón blanco.
Tampoco me perseguía nadie, ni la luz,
en aquella carrera donde, pese al esfuerzo,
no te mueves del sitio, pareces clavado.
Tampoco soñé con la muchacha de ojos verdes,
aquella a quien mendigué sonrisa
y conseguí presencias y… películas,
todas inspiradas en el libro del buen amor.
Tampoco lloré por nadie, odiado o querido,
porque a nadie maté y no le di diez años de vida lozana,
como dicen en mi pueblo, muy seguros.
Tampoco ensayé ningún discurso,
como hacía siempre la noche antes
de la reunión de padres de los alumnos
y, algunas veces despertaba, más que por los miedos,
por los nervios que pudieran impedirme
expresarme claro para ser entendido.
No, tampoco soñé en la venganza,
ni en el orgullo, ni aplauso, ni ira.
Menos lo hice con la hipocresía,
el odio, la envidia, la arrogancia.
Hoy he tenido un sueño nuevo,
mejorando lo anunciado…
Estaba en una audición, con los ojos cerrados,
en un país con una educación con música
y, con la música, el sueño fue plácido y feliz…
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