Abril me suena a quinceañera, la bien llamada niña bonita, en el espléndido trayecto de niña a mujer, hacia unos dieciocho de firme explosión, de formas hermosas de verdad. A los veinte y pocos, la belleza se enmarca y proporciona, toma base. Seguimos desde mi observación juvenil contándoles mis teorías adolescentes… cuando a uno se le ponen ojos de pez ante los aportes de primavera de las niñas. No sé por qué fijé en los treinta y dos los años de plenitud para la mujer hecha, y así lo presumía ante mis amigos.
Lo ves, de das cuenta, fíjate bien… está en su punto, ni más, ni menos, con todo en su sitio y en su punto. Comprendes, ya no van de grito sin saber qué ponerse, no hace falta… es la mujer, aquella de la que harías otro tu. Quiero decir también, que esto que voy diciéndoles lo podría escribir cualquier mujer, y contaría con su temple habitual, de mujer que madura antes… y hablaría de la altura y de los granos, y de cómo se llenan los tejanos, pero también de divertimentos y simpatías. Aprendices de hombres y mujeres… todo un espectáculo edificante, cantos de juventud…
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