Me encanta el pueblo de tierra y roca,
perdido entre montañas y nieves, cerca del río,
donde dicen que no hagas el nido,
coronando un bosque, volcado al mar.
Me placen los pueblos con naturaleza a mano,
pescadores, lobos de mar entrañables,
hombres de setas y espárragos, libres,
buena gente del campo, expertos,
ingenieros del cultivo y la subsistencia.
Me es una delicia perderme por sus vidas,
porque es como encontrarme con lo autentico.
Pueblo que hueles a barro húmedo,
a hierba fresca, a siega y a trillo.
Pueblo que te croan las ranas felices
y los vuelos de los trinos variados anidan
por las tejas de las casas de siempre.
Pueblo con la sempiterna iglesia,
que no tumbó la guerra ni el tiempo.
Mujeres y hombres de pueblo, orgullo,
que son felices y están aquí de siempre…
y no tendrán que volver, como tantos,
a la búsqueda de los orígenes sanos.
Siempre que puedo, me fascina
hablar con la gente mayor, en la plaza.
Ellos son la ciencia del tiempo y del campo,
ellos poseen el saber de las experiencias,
aquellas que les hicieron sabios y doctos.
Me encantan los pueblos, en ellos me encuentro
en un estado de comprensión, habitable y cálido…
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