Soy un privilegiado… desde mi terraza se ve una ojeada de mar y se observa el patio del colegio del Serrallo. A las once ya no suena la campana, ni el timbre, reina la música, mayormente con buen gusto, y los niños comparecen a gozar del descanso. Si puedo, bajo a ver el patio y me regocijo en las vivencias, observo y recuerdo, y me extasío y me conmuevo reviviendo las situaciones vividas en mis años activos, inmerso en el placer de las inhibiciones de cada recreo. Un tímido, que no circula, extiende los brazos por la mesa de pin-pong… su mirada indefinida muestra su alejamiento del entorno lúdico. Más allá, el grupito de niñas con pretensión de mayores, ellas ya hablan… de sus cosas. A los futboleros, que lo hacen con fe, les va el prestigio y el derecho al pecho, pos patio… Unos niños de color forman grupito a parte, destacan sus rizos de azabaches brillantes, su colorido en los vestidos, sus ojos inmensos, sus dientes blanquísimos al sol. Por entre los campos de juegos y deportes, un grupo de maestros peripatea, como debe ser, oteando los contornos, presenciándose fácil para los auxilios pertinentes. Colegio, niños, patio, el mar cercano… Compraré una rosa catalana, roja y amarilla, y escribiré unos versos al amor… Hagan ustedes lo mismo con sus adoradas Teresas. ¡Verso y rosa!
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