Te recuerdo alargando aquella falda de cuadros,
que no daba para más, no llegaba a las rodillas,
pero era como un protocolo que, de alguna forma,
yo esperaba paciente a la hora del patio…
Y qué decir de tu llegada en bici,
aquí tu pantaloncito corto, muy corto,
mostraba la belleza de la juventud bella
y la imaginación se tomaba un descanso…
Aún me emociona tu primer vestido en serio,
de colores suaves, casi pálidos, discretos,
pero, con una luz poco contenida,
no hacían más que encender tu rostro,
como sacado de un cielo entreabierto…
Invasión de azules entre hojas verdes,
memorias de una juventud de ensueño…
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