No me importan mucho los beneplácitos,
ni las bendiciones, ni los acoples…
que se amarran al aplauso y al consenso.
No soy víctima de la claca, que aplaude
al mandato de una orden expresa.
No soy vaivén de los delirios,
ni especie de lluvia atemperada,
ni ensueño de órdago intemperie.
Sólo soy el que soy, en mis delirios,
el que asoma en los oscuros,
el que amanece con esencias de futuro,
el que sueña por la noche oscura,
en el amanecer de luces progresivas…
No, no me importan mucho, nada,
los golpes en la espalda, falsos, vacíos…
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