Él, solo, en la habitación de verano,
en un sofá, en el extremo casi oscuro,
toca una guitarra destartalada…
improvisa, hace notas de los sueños,
suda, sonríe, ama a distancia.
Ella, de pijama corto y ducha fresca,
refresco en la ventana abierta,
por donde entra una luna atrevida,
se acerca al piano de gran cola,
y se sorprende con una entrada
de graves profundos, contundentes,
como para despertar los sentidos.
Luego, teclea suaves agudos...
y, en la noche de verano estrellada,
se acompasan los lamentos...
de guitarra enamorada
con los suspiros de un piano...
enamorado…
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