Amo el ruido de la fuente, como lluvia...
de gotas cumplidas, profundas al caer.
Es un placer ver el roce de las hojas
que el viento convierte en ceceo ambiental.
Me encanta el juego de unas ranas,
columpiándose en los nenúfares amplios.
Da gusto contemplar, en paz y soledad,
los mil ruidos con que despierta el bosque.
Me obsesionan los amaneceres primerizos,
porque aún no los alcanzó el maquillaje
y alargan la naturalidad, en lo posible…
Tengo hora y espacio con las musas,
vienen del mar y las montañas verdes
y alguna vez llego a la hora, me encuentran,
y gozo de sus soplos, aunque tal vez...
no sepa plasmarlos.
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