Y yo le pedí un baile lento,
como para hablar y tal,
y me dijo… “el quinto”,
y le dije… “con tu madre”...
Y después, un día, en la esquina,
cerca de la fuente y bajo el platanero,
me dijo que en el baile con su madre,
se acordó de mí, y hablamos…
y yo le conté que no bailé,
y paseé mi tristeza entre copas.
Mientras, parece que algo se cocía,
una apreciación de caracteres,
un orgullo bordeando
la pasión y el sentimiento,
y eso nos atrajo irremediablemente,
y nos subimos al corcel
de la rosa con espinas,
y dejamos allá en el valle,
entre suspiros, la humilde violeta…
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