Voy, cejijunto, peripateando, de paseo,
a lo zombi, con la libertad de un invidente,
que pasea por su casa de memoria…
El atardecer llega ya al claroscuro,
un sol en decadencia aún penetra
por entre el ramaje de hojas plateadas…
El paso se hace más lento
y el diálogo mental se recrudece,
mi cuerpo se para y el banco está cerca,
nuestro banco, sin ti, sin encanto…
Mis piernas no siguen, mi mente…
es un compendio de abismos selváticos.
El día no despunta, le pesa el pasado…
y, aunque una estrella me besa,
no me retorna, cabizbajo reposo…
en mi parte del banco, sin vida.
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