Llegaba siempre después del timbre,
como desgarbada, con su pelo limpio,
pero suelto, con el volumen al viento,
su falda de colegiala, desigual,
con dos botones delanteros, estratégicos,
camisa de colores, sin joyas..., un reloj,
supergrande, un bolso enorme…
y su cara de muñeca del mañana.
Se sentaba sobre la mesa, curioso,
y empezaba a hablar, con voz suave,
como la musa que surgió de los sueños,
y se hacía el silencio en clase,
y en abrazo te llevaba en vuelo,
allá por la belleza donde te acarician…
...las letras.
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