Me perdí allá por donde los árboles
tienen amores secretos con los cielos.
Después, ya de bruces en la alta sierra,
ocupé el llano y me hundí en el valle,
esquivando las pisadas del maligno escondido.
Y busqué otro sol de acantilado,
y me hice amigo de la hiedra,
y, cual pájaro, anidé unas noches
y resurgí ante el esplendor del nuevo día…
En la vida siempre hay otro mañana
para recrearte en el ayer soñado,
o para despertar del sueño cruel…
Me encontré, por fín, un espacio sin asfalto,
y las flores me hablaron en silencio,
silencio de aromas y esencias naturales…
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