Qué gracia… las gaviotas del puerto,
aquellas que humanizan los amarres
del yate de lujo que nos visita…
Han tenido la osadía de subir a proa,
y no sólo eso… campan fácil
y, si les dejaran, seguro que anidan,
le da un toque humano, dulce…
Menos bucólicos lo ven los marineros,
encargados de tener el barco reluciente,
y es que la vida es un compendio de colores,
donde siempre hay alguno que suaviza…
la agresividad del otro… sí, la vida,
rosas con pinchos y manos que las arrancan
y ponen papel de plata en las heridas…
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