Un día me vi hurgando en tus heridas,
cuando yo lo que quería era reparar…
con un ungüento balsámico de verdad.
Y me fui, ingenuo, con el alma entre los dientes,
para contar que no mandé en el hacer
y que la valoré para otro merecer más justo…
Pero vi su suspiro con lágrima,
su mirada nublada, apagada,
su aparcamiento en el circular de las sonrisas,
y me derrumbé en mi propósito vano…
Supongo que nadie quiere hacer daño a nadie,
pero a veces Cupido “cabronea”
y siembra el dolor en el sentimiento noble,
y uno se pregunta con cierta tristeza…
¿Por qué los pareados no son siempre coordinables?
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