Su recuerdo evoca emoción a raudales.
Sus noventa y cinco años eran un templo,
un altar con santa y ejemplo, luz.
Sufría de hacernos sufrir…
y casi no me daba opción de disfrutar
con mi disposición para cuidarla.
Acabamos paseando la silla de ruedas,
por el puerto… y vimos el mar,
y recorrimos los lugares que frecuentó,
con mi padre… y lo gozamos.
Se santiguaba al pasar por la iglesia,
y me contaba del café con leche…
que, en el bar cercano, se tomaban por la tarde.
Mi madre, en el altar… de santa y ejemplo.
Hoy recuerdo sus últimos días conmigo…
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