En el silencio del comedor, con Teresa a juego,
vamos de maquinitas, ella de portátil, yo de tablet,
y me paro y escucho…
sólo el teclado interrumpe el silencio.
Levanto la cabeza i el escudo del Barça…
me complace y me enaltece el orgullo.
En la misma estantería hay un perrito de porcelana,
de cabeza móvil, parece un cocker con gracia,
de mirada triste pero ilusionada, esperanzada, suplicante.
A mis padres les encantaba…
pasaban ratitos moviendo su cabeza
hasta que paraba y se disputaban la mirada.
Al lado, una foto de mi hijo de pequeño,
vestido de blanco, con traje y pajarita, bello,
guapo donde los haya, rey de la casa.
Mi madre le hizo el vestido con el alma y,
en aquel conjunto de cielos honestos,
nacieron luces de blancos celestes.
Más fotos de celebración, de buen ver,
brindando por los años felices, juntos.
Otras, ya las postreras…
con el paso del tiempo estampado en su rostro,
pero con la fuerza de su amor instalada en sus ojos inmortales.
Levanto la cabeza y la giro…
un juego de café que huele a padres
y un amor que rellena su ausencia.
Mi hogar siempre está lleno de alientos de paz…
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