¿Por quién bebe los vientos el poeta?
¿Por qué se pierde por los pliegos, entre los surcos curvilíneos y incipientes de una desgarbada con ángel gracioso?
¿Por qué el poeta busca por los acantilados la flor osada e intocable cuya belleza emerge solitaria entre los ecos vacíos de las profundidades donde anidan los duendes?
¿Por qué la dulzura tiene su oda y el poeta la pinta y la describe, y la reza y la expone, y la llora con las teclas?
¿Por qué adoro los rocíos primeros, los que parecen cristalinos de verdes, los que tiñen la hierba de perlas aguadas?
¿Por qué el poeta sueña con un cielo paraguas que cobija formas que son ansias y anhelos?
El poeta plasma los andares crujientes, las decires espontáneos, los silencios, los misterios, los sueños y toda, toda, la sinrazón del amor…
¿Por qué el poeta habla de la ausencia, del vacío, del orgullo, de la pena…?
Y a veces, y en queriendo, se recrea en el sí de los ojos lindamente caídos…
Sí, sí, el poeta se recrea en los suspiros de los árboles, que son cielos de a mano y habitáculos de paz de los senderos…
El poeta ama la vida con sus formas, quizá no tanto lo que hacemos con ella.
El poeta… ¡quién fuera un poeta!
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