Más de cuarenta años, siempre de tutor. Clases para todos los gustos, todos y más, pese al esfuerzo del estudio previo que se hace en primero para racionalizarlas. Había cursos en que los exaltados eran dominantes y ganarse su atención era prácticamente utópico. Pero yo tenía dos temas que cautivaron, sobretodo aquellos días de lluvia y con viento generoso de propina. Se trataba de romper todos los esquemas, horarios incluidos, y ponerse a hablar de las mariquitas… Les contaba aquello de que comen pulgones y que, además de embellecerlos jardines con sus rojos vivos y sus círculos negros, eran también muy sanas porque evitaban el uso de insecticidas. En París había empresas que se dedicaban a la cría masiva de esos hermosos insectos.
El otro tema estrella, para casos de apuro, era cuando contaba un paseo por el zoo, en el terrario para ser exacto, en que me dejaron pasar cuando daban de comer a las serpientes. Una pitón enorme, de gran diámetro y varios metros, se estaba comiendo media cabeza de cerdo… Lo contaba lento, recreando la explicación de cómo dilataba la boca para poder tragar y, después, cómo se paseaba su comida arriba i abajo. Recuerdos de maestro. Callaban, atendían y, después, se podía seguir el programa ya con su atención captada…
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