Y cómo le cuentas al adolescente
que va lleno de ella y de fuego,
que la digiera despacio y sin prisa,
que la riegue bien y que la cuide,
que le hable con los mejores susurros,
que la mire en directo y con ternura,
que la beba en porciones generosas,
para no acabar nunca la sed,
para no secar su manantial…
Y cómo le digo que el ardor llamea,
que el fuego genera llamas
y las llamas abrasan… y abrazan.
Mejor no le cuento nada de nada,
y así, se queman… deliciosamente.
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