Me lanzó la caña, con gracia,
cual pañuelo que dejó caer la abuela,
y mordí el anzuelo de cebo engañoso...
Luego, me dejó tirado y sin sentido,
entre mis turbios procederes,
allá por las aguas de mi charca.
Jugó conmigo... parecía una mano tendida,
un soplo de vida al rescate perdido,
el sueño de un día en la noche profunda...
No tuvo valor, ni yo convicción...
sólo fue un reflejo de la realidad,
y siguió con su caña y sin carrete,
y yo seguí en mi estanque,
aquel de aguas sin buen oxígeno,
pensando que alguna vez, y no fue un sueño,
me rozó una luz, me tentó un anzuelo y... piqué.
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