Después de columpiar la lágrima en decepción,
jugué a estar vivo por los llanos abonados,
y me vestí de comprensión y nobleza,
y aplaudí a los aplausos de tu día…
Por ti, hasta conseguí ir a tu boda,
y me uní al festejo, y brindé,
buscando en tus ojos “tu” felicidad.
Después del no de las circunstancias,
cuando hasta me vi bien entre vacíos,
busqué a los hados amigos de antaño
para que me contaran de tu acierto
y, de alguna forma, mencionaran tu sonrisa…
Luego, me acordé de mi pobre barquita,
o del sé más feliz que yo…
del que hablan los poetas.
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