Desde la bici, y en un rápido abrir de ojos, me planto, digo… me meto en el equipo de otoño, todo de largo, de largo y prieto y abrigado. Por la escollera no es tan fiero el león, un sol joven aclara los azulados y en el agua se divisan sombras, como manchas de pluralidad dudosa. A la derecha, montañas de carbón… hoy no vuelan sus polvos nocivos, parece que el mismo viento que se llevó las nubes paralizó los vuelos, hasta de las hojas secas. Al final, allá por el faro pequeño, se observan muchas gaviotas con sus crías, al resguardo, cara al sol y a la espera de que lleguen las barcas amigas del sustento…
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