El valle no absorbe los sonidos,
la madrugada reverbera grave
y te envuelve en silencios alados
los suspiros lanzados al viento,
aquellos que emití con mensaje
y que llegan ahora pausados
en mil formas de caricias de miel.
Inmensidad de la visión del árbol,
y del pájaro que lo anida feliz.
Grande la mirada limpia y alta,
que abarca los rincones del sendero,
los atajos de los caminos selváticos.
Feliz aquel que termina amando
la música de los vuelos inconscientes
y los silencios rítmicos de los desenlaces…
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