Se la ve feliz, quizá altiva, alegre.
Lanza al aire ondas de miel romero
a través de su sonrisa enamorada.
Libre y en cascada de translucidos,
brillos de perla marina, cauta.
Suspira sus albricias en silencios…
¿Para qué hablar si todo su cuerpo habla?
Sus andares aligeran sus prietos encantos,
sus cadencias se suavizan
y por ellas se deslizan aquellos ojos
que no son causa pero se apuntan
a la fiesta del éxtasis…
Pienso en un cerezo envuelto en blanca flor,
que promete mejorar los presentes madurados.
Niña, que ya blanqueas tus frutales
y parece que te nacerán… cerezas.
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