Un jardín en lo alto que asoma al mar,
desde donde se vislumbra un cóctel de azules.
No sé si los cielos se bajan raudos,
o es el mar que se exalta en ola creciente.
Y en darnos la vuelta, un sendero...
que se interna por lo frondoso,
por los misterios de la belleza verde,
rincones de diseño, flores exóticas,
traídas de sus acantilados preferidos.
El jardín tiene su plaza mayor,
con fuente y surtidores variados,
nenúfares de hojas durmientes,
con alguna rana en su lecho tibio.
De todas formas, íbamos los dos,
lo demás... sólo un marco perfecto.
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