Me gustan los caballos sin jinete,
tonteando con las potrillas plateadas,
de altas colas y crines abundosas.
Me encantan los toros sin torero,
trotando por el campo, libres,
incluso aquel enamorado de la luna,
que tiene a su vaquilla triste,
esperando impaciente que despunte el día.
Me place la libertad de los cuerdos,
en el mundo de los hombres,
y aplaudo a todo dueño de sus actos,
que la ejerza abriendo jaulas,
llenando y llenándose de respeto,
proclamando los hábitats naturales…
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