En nuestras charlas de juventud, con toda pretensión de inmadura madurez, hablábamos de elevar a la rubia de turno a la categoría de madre, haciendo de la irreflexión un templo al arte, la esencia y el sentido de la maternidad. Maternidad, supongo que viene de madre, y aquí me pongo firmes, y se me erizan todas las sensibilidades pensando en la mía. Ella, en los altares de los templos al amor, me contaba que estuvieron cinco años sin tener hijos, porque querían tener la casita, ya casi habitable, o al menos "aguas fuera", como decía ella, todo un respeto al amor y al futuro, con hijo y hogar, familia, amor, nido, paz... Maternidad viene de madre amigos, o así me lo parece y lo creo, como aquella luz que da a luz, como aquella vida que da lugar a otra vida, producto del amor, fruto impagable, muestra inequívoca de la certeza de nuestra unión total... Pues sí, maternidad viene de madre, y yo me postro ante los el significado del concepto, donde el amor alcanza sus notas supremas… La mujer acepta, gesta, regala... el producto, que será proclama eterna de lo que plasmó un suspiro al compás de un latido afín… Maternidad, preñada de vida, por un padre, que sembró amor y le floreció el hijo, y enloqueció con la madre fértil, y encontró todos los sentidos a la existencia, incluso aquellos con los que nunca pudo imaginar. Maternidad viene de madre, no hacía falta el poema. Una madre con hijo, son los mejores versos de un poema que ha escrito un buen padre.
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