Buena comida, variada, abundante,
y con aportes de una cierta calidad,
que no suele ser tan habitual...
Observo que algunas señoras
van a buscar la comida de sus esposos,
y luego les cuentan y aliñan y tal...
Yo aprovecho para gastar bromas
a mi santa, y le cuento que,
en Japón, además van de rodillas,
y tras su sempiterna sonrisa,
hay multitud de reverencias...
Me río un poco, Teresa menos,
aunque ella y el mundo mundial,
saben bien de mi respeto a las mujeres.
Hoy, en el ascensor del hotel,
hemos visto a una pareja,
de esas en que la señora
se deshacía en atenciones al marido,
un marido con un aparato tensor,
en la cadera, que no impedía,
una cojera, casi cómica, del buen hombre...
Al llegar a la habitación, nos miramos,
y nuestra conversación, abandonó la risa,
y se proclamó el amor y el servicio,
y el pensamiento de verte así,
y por supuesto obrar en consecuencia,
como si nada, de mil amores...
A veces la observación te da ejemplos formativos,
emociones válidas de mejoras posibles,
gestos admirables que embellecen las almas.
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