Era un mar diferente, exaltado, exultante,
más que bravío, de feroz bramido.
Las rosas blancas de la cresta de sus olas,
invadían las playas y las rocas cercanas,
y hasta las sirenas que endulzaban...
los suspiros de la juventud enamorada,
parecían colas bajas sin alma.
Es como una tormenta con mucho trueno,
donde el ruido ruge en surtidores de sal.
Sólo los curiosos se acercan,
y la visión azul ya no atempera,
ya no hay suspiros de nostalgia de verano...
Quizá nos aterrizó un Atlántico,
nada que ver con un Pacífico,
un mar diferente mandando a la calle,
y con furia, rosas de sal al sol…
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