Afortunadamente, nunca acudí...
a los aullidos de una loba en celo.
Tampoco disputé mi hegemonía,
como hacen los carneros,
a golpe de asta...
Nunca me puse a la cola, ni en lista,
para implorar un baile,
con las madres cerca...
Menos me vendí con falsos adjetivos,
ni halagos de compra inmadura...
Diría, que tuvimos suerte y calma, y paz,
y un cierto rubor en los silencios...
Te vi, me miraste, te miré,
aguantando el tipo, me viste...
y al llegar a casa preguntamos,
respondieron... no hacía falta, como siempre,
un café hizo el resto y lo hizo bien.
Ahora tienen móvil... casi hasta lo siento.
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