Por entre los peñascos de un acantilado,
donde aún no se define ni el mar...
Por las corrientes que arrastran la barca
por crueles desniveles sin atisbos de esperanza...
Por entre unas matas espesas, conejos,
seguidos de perros rabiosos, hambrientos...
Por los rayos de una tormenta de verano,
donde el tirano trueno se resiste a fenecer...
Por la escalera del desconsuelo eterno,
después de inyectados de orgullo y de ira...
Por entre los vencidos por la calle y sin sentido,
deambulando a la lejana ninguna parte...
Así te deja, total de soledad sin multitud,
aquella ausencia del amor, que viste eterno.
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