dimecres, 8 d’abril del 2015

Mi maestro

Gentil, humilde, lúcido, limpio,
siempre justo, mesurado, ético,
ejemplar, culto, discreto, sabio...
Cuando hablaba se hacía el silencio,
y, en la paz de la ciencia profunda,
caían gotas de saber y razón...
Era puntual, pese a cualquier inclemencia,
y tenía el coraje de los principios indomables.
Ayudaba a ser y te daba los medios
y el brazo para acudir a la verdad,
y lo hacía, con total entrega del alma...
Mi maestro, un prodigio de bondad,
una inteligencia y proceder...
adelantado a su tiempo de dictaduras varias,
hizo de mi existencia de niño una etapa feliz,
de plenitud, pese a los impuestos ideológicos.
Después, ya como profesor, fue todo un ejemplo,
donde siempre me miré y seguí aprendiendo.

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