Y un día madrugué y me vi por tus dominios.
La calle, simple y vacía, me hizo sentir intruso,
tu no… me bajé de la bici, te llevé la cartera.
Me interrogaste con los ojos como buscando,
cómica i risueña, entre lo obvio…
Andamos hablando de nada, andamos,
y el camino se hizo corto en el silencio.
En clase, dejé tu cartera en mi mesa, te sentaste,
nos sentamos, y alguna mirada furtiva,
allá por donde habitan las esperanzas
de algún esperanzado intrépido y tenaz,
te ruborizó en belleza a mi sonreír, en fino.
Llega el profesor y el fin de la magia…
Todo el mundo a su sitio, ametralla,
pero aún hubo tiempo para una languidez,
para una caída de ojos de complicidad y promesa…
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada