Un laúd en un campo de violetas
duerme en paz de olvido y sonrojo,
esperando al trovador que le abra el ojo
y lo ponga en solfa con notas prudencia
que no destemplen la frágil violeta…
Pero llega el mozo, con sombrero ladeado
y corazón ardiente, acelerado.
Busca la madreselva trepadora
y sus flores olorosas de fuego…
Del laúd brotan las notas andantes,
las violetas se retiran discretas,
se abren los cielos, se suben los árboles,
y el trovador canta su amor…
y hace de sus notas latidos, vuelos, suspiros…
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